Querido lector hoy quiero hablar
de una de las historias que mas versiones cinematográficas ha tenido a lo largo del tiempo, misma que nació en
cierta desapacible noche de Suiza en que los poetas Lord Byron, Shelley y Mary,
su esposa, para hacer llevadera la noche, discurrían sobre asuntos tan frívolos
y livianos como la vida y la muerte, los fantasmas, el galvanismo y esa novedad
científica que por aquel entonces era la electricidad. Y ocurrió que en un
momento determinado se lanzaron el reto: escribir, cada uno por su lado, un
relato sobre el tema de la vida y de la muerte.
Luego se retiraron a dormir y se
olvidaron del proyecto. Ellos sí, pero
no Mary Shelley quien esa noche no pudo dormir pensando en los experimentos
científicos sobre la posibilidad de dar vida a un cadáver. Y fue así como esa noche de vientos helados
nacieron el Dr. Víctor Frankenstein y su imponente criatura que nunca tuvo un
nombre específico, pero que en la tradición ha usurpado el nombre de su
creador: Frankenstein. De entre esta nuevas versiones hoy a surgido “Yo
Frankenstein”, del director Stuart Beattie, quien en esta nueva adaptación al
cine retrata un conflicto épico entre dos clanes: los Demonios, capaces de
poseer los cuerpos de los hombres para lograr sus objetivos, y las Gárgolas,
guerreros al servicio de Dios. Aunque por
siglos ninguno de los bandos tiene una victoria clara, la balanza se
deseuilibra cuando Naberius, el general en jefe de los Demonios, descubre de la
existencia de Adam, una criatura de fuerza y resistencia formidable, fruto de
los experimentos para la creación de vida del Dr. Victor Frankenstein, quien ha pasado su solitaria existencia
huyendo del conflicto, sin elegir un bando, en la espera de pertenecer a algún
lugar en el mundo. Esta espantable
criatura que a menudo ha sido desvirtuada por los directores de cine caracterizándolo
como poseedor de la masa encefálica de un criminal recién ejecutado por la ley,
cerebro que rige las acciones perversas y destructivas de un monstruo que en
todos nosotros ha provocado el terror y nos ha quitado el sueño mientras en la
sala de cine tendemos a sujetarnos de las coderas y a apretar las mandíbulas. Más allá del simplismo, Frankenstein nos
sugiere muchos significados porque en la novela de Mary Shelley el engendro
nació puro, inocente, y en sus correrías y su contacto con los lugareños
intentaba la cercanía, la comunicación, el entendimiento, la amistad. Obteniendo de la gente solo gritos de horror
y que le llamen monstruo antes de huir despavoridos, o para atacarlo como a
animal predador. Esta criatura ha sido
acosada, atacada y reducida a la
completa soledad, al rechazo humano, y consciente de su propia fealdad y del
horror que inspira le masacran la autoestima y van tornándolo malo, violento,
perverso y vil. “yo Frankenstein” es
una historia que ve la ventaja del entorno destructivo del Prometeo moderno que
se atrevió a hurtar el fuego sagrado de la vida, “patrimonio de Dios”. Para comprender a Frankenstein hay que leer la
novela ya que la diferencia entre el hombre de cultura y el mediocre está en
que aquél dice: “No vi la película, pero he leído la novela”.
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